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¡Que no me marche entristecida!

Relectura del joven rico
desde un corazón de mujer. (mt 19, 16-22)

Karla Guerra

No, Señor, te lo pido,
no me dejes marchar entristecida

sin adherirme a tu Amor.
No dejes que mis pasos
se alejen de su riqueza,
esa, la verdadera
que no cabe en mis bolsillos
ni en los recónditos lugares de mi ser, esa que no poseo,
pero ella me posee.

No me dejes marchar,

no permitas que renuncie

a mis deseos de Ti.

Lánzame tu mirada,

esa que con su hondura me muestra mi verdad, su verdad, La verdad.

Escucho tu propuesta
y se movilizan mis adentros y, a la par, aparecen esos pensamientos

inseguros de sí.

Te deseo,
quizás eres lo único
que realmente deseo.
Por eso, hoy vengo ante ti,

Maestro bueno,

buscando algo que me saque de mí.

El entumecimiento tiene fuerza,

él provoca mi silencio.
Lee mi mirada
y enséñame desde dentro
a renunciar a esta riqueza

que se clava en lo primitivo de mi interior.

No... Señor,
que no me marche sin tu Amor,

no entristecida,
que vaya y venda lo adquirido,

que vaya y todo quede repartido sabiéndome llamada,

amada, acompañada,
por Ti, Señor.

No... que no renuncie a tu Amor,

eso es lo que te pido.

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