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“¡QUÉ BUENO
QUE LAS HERMANAS 

NO NOS OLVIDAN!”.

 “El rostro espejo del alma, y los ojos sus delatadores", afirma Cicerón.


En medio del silencio tenso, las mujeres se arriesgaron a participar de todos los actos de Semana Santa, las mujeres acompañaron, impresionadas de ver cómo el barrio se ha ido quedando solo a causa de los grupos armados que hacen presencia. Estos grupos dominan al pueblo y se hace lo que ellos digan.


Las mujeres son las madres de esos muchachos que la guerra involucró, y hacen parte del caos, del terror, del miedo y de muerte en San Francisco y barrios cercanos. Ellas, las madres, participaban de todos los actos religiosos, desde mi mirada pidiéndole al Dios de la vida por sus hijos.


Las diferentes miradas han quedado tatuadas en mi alma sobre todo la de las niñas y niños que dejaban ver en su inocencia incertidumbre de futuro, que por cierto participaron muy poco.


Ahí me llené de esperanza contra toda Esperanza. No era yo la que estaba ahí, eran mis hermanas Apostolinas. Las mujeres me manifestaban en medio del dolor: “¡QUÉ BUENO QUE LAS HERMANAS NO NOS OLVIDAN!".


Comprendí que vale la pena seguir acompañando caminando con el pueblo que sufre para que ese caminar de Jesús que se planifica en la Resurrección tenga sentido y que se recoge en Nuestras constituciones. VALE LA PENA SEGUIR APOSTANDO POR LA VIDA.


Zoila Cueto, ra

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